“Quien conserva
la facultad de ver la belleza no envejece. No muere”
A lo largo de la historia de la humanidad se han
venido estableciendo diferentes cánones de belleza, algunos muy aislados de
otros. La vida está en constante cambio y movimiento y es por eso que las
modas, las percepciones, los gustos y los criterios fluctúan yendo y viniendo
todo el tiempo en esto que llamamos mundo.
Se sabe que la belleza es equilibrio y proporción,
pero algo que no es matemáticamente proporcionado, algo que puede llegar a ser amorfo puede convertirse en moderno y transgresor. E incluso,
establecerse como canon de belleza.
En cuanto a la belleza femenina, y por tanto, a la
estética por la que esta se rige, ha evolucionado a lo largo de la vida, épocas
y años. Desde la mujer con curvas que pintaba Rubens, a la fémina de tez pálida
del siglo XVIII o las mujeres extremadamente delgadas que vienen apareciendo en
nuestros días.
La belleza, además, es una cuestión de culturas, de
creencias, de razas, como sucede con la cultura china. También traspasa las
eras de la humanidad, un ejemplo es el de los antiguos egipcios, cuyos rasgos a
día de hoy nos siguen pareciendo atractivos.
Se dice que depende del que mire, o de los ojos con
los que se observa. Y lo cierto es que se trata de un concepto abstracto ligado
a la percepción humana e instalado en toda materia, incluso en aquella que no
es tangible. Que además es cambiante y fluctuante según las
necesidades de cada tiempo.
Estos ejemplos, son pruebas de que no hay una
realidad absoluta, que no hay nada establecido como bueno o malo, que todo
puede dar un giro de un momento a otro, y lo que es más interesante, nuestros
criterios están sujetos a inevitables cambios.
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